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Más castizo que la calle de Alcalá

Fotos: Unsplah & Freepik

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Madrid no se explica, Madrid se vive. Situada en el centro geográfico de la península ibérica, la capital de España es una ciudad que respira historia, arte, gastronomía y estilo con una naturalidad que enamora. A 650 metros sobre el nivel del mar y bañada por más de 300 días de sol al año, Madrid se distingue como una metrópoli sofisticada que ha sabido reinventarse a lo largo de los siglos sin perder su esencia.

 

Capital de un país rico en tradiciones, pero con la mirada siempre puesta en el futuro, Madrid es el lugar donde la historia se vive con estilo y el presente se celebra con elegancia. Una ciudad que acoge, sorprende y conquista.  Y como dice Luis Quiñones de Benavente, en su obra titulada «Baile del invierno y del verano»: “Pues el invierno y el verano, en Madrid solo son buenos, desde la cuna a Madrid, y desde Madrid al Cielo”.

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Beti Jai

 

Solo unos pasos separan el murmullo del Paseo de la Castellana del silencio solemne de uno de los espacios más fascinantes del patrimonio madrileño: el Frontón Beti Jai. Construido en 1894 en la calle Marqués de Riscal, este templo de hierro y ladrillo es mucho más que un vestigio deportivo, es la memoria viva de una época en la que la burguesía descubría la emoción de la pelota vasca.

 

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Concebido por el promotor guipuzcoano José Arana y ejecutado por el arquitecto cántabro arquitecto Joaquín Rucoba —el mismo que diseñó el Teatro Arriaga de Bilbao, el Palacio Episcopal en Santander y la Plaza de Toros de La Malagueta de Málaga—, Beti Jai nació como respuesta a un fenómeno social que desbordaba los espacios convencionales. La pelota vasca, traída del norte por la nobleza estival, se convirtió en espectáculo y pasarela. No en vano, al recinto se le conocía como el “Teatro Real de la Pelota”.

 

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Real Casino de Madrid

 

Con más de doce mil metros cuadrados distribuidos en uno de los edificios más representativos del eclecticismo madrileño, su arquitectura fusiona herencia francesa, detalles barrocos y una pasión evidente por el ornamento bien ejecutado. La gran escalera, con referencias a Eros y Psique, desafía la gravedad y el olvido.

 

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El edificio, obra del arquitecto José López Sallaberry, recoge la herencia artística de maestros como Mauméjean o Eusebio Arnau Mascort, cuyas vidrieras y relieves confieren al espacio un carácter ceremonial.

 

Madrid Río

 

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A orillas del Manzanares, donde la ciudad respira con ritmo pausado y contemporáneo, Madrid Río redefine el concepto de espacio urbano. Lo que antaño fue una zona industrial y vial es hoy un corredor cultural, deportivo y natural que ha transformado el alma del suroeste de la capital en un enclave donde la experiencia urbana se eleva con diseño, patrimonio y sofisticación.

 

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El Parque Atlético de Madrid se erige hoy sobre el antiguo templo del fútbol, el Vicente Calderón. En el centro exacto del césped original reposa una cápsula del tiempo que contiene una butaca, una camiseta, un cartel del partido inaugural y dos fotografías del primer y del último gol en el estadio. Una losa grabada conmemora la silueta del estadio, inaugurado en 1966 como Estadio Manzanares, sede del Mundial de 1982, de partidos de Champions y, en su despedida oficial de la competición, escenario de la final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Alavés. A su alrededor, la nueva pradera con sus alineaciones arbóreas, pista de atletismo y carácter ceremonial recuerda que la memoria también puede habitar en el diseño paisajístico.

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En su extremo sur, el Parque Lineal del Manzanares, proyectado por Ricardo Bofill, culmina este recorrido con zonas verdes, miradores, la poderosa silueta de La Dama del Manzanares de Manuel Valdés y la Caja Mágica, obra de Dominique Perrault.

 

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