Mi casa es el mundo: no olvido mis raíces para seguir el camino
- Sports & Lifestyle
- 13 sept
- 2 Min. de lectura
Fotos: Cortesía Ginés Serrán & Pepe Compaz

En una ciudad marcada por los vientos del Estrecho y la huella de civilizaciones milenarias nació Ginés Serrán, un creador que desde muy joven supo que su destino estaba en la exploración artística y en el diálogo con culturas diversas. Esa convicción lo llevó a Nueva York, donde estudió Antropología y Arqueología, cimentando una sólida base para comprender los símbolos, la memoria colectiva y las raíces compartidas. La pintura fue su primer medio, aunque pronto descubrió sus límites.

«Las pinturas se venden y terminan en un museo o en la casa de un coleccionista, donde la mayoría de la gente no siempre puede verlas. Una escultura, en cambio—sobre todo una monumental—pertenece a todos: se erige al aire libre, visible las veinticuatro horas del día, transformando la imagen de una ciudad, embelleciéndola, transmitiendo un mensaje y convirtiéndose en parte de la identidad de sus habitantes», afirmó en una entrevista exclusiva con Sports & Lifestyle.

La monumentalidad de sus obras refleja no solo una ambición estética, sino también un compromiso profundo con la identidad de la ciudad. Frente al Edificio Trujillo se alza Calypso, que porta una diadema con el escudo de Ceuta y un brazalete adornado con los símbolos de sus cuatro culturas: cristiana, musulmana, judía e hindú.

Su obra monumental se despliega en los cinco continentes. En Kentucky, Vulcan se convirtió en un referente cultural. En Filipinas, Emperor—de veintitrés metros de altura—es hoy el mayor monumento del país. La diosa Fortuna coronará en breve un obelisco de treinta y cinco metros como símbolo de prosperidad. Su serie dedicada a Magallanes rinde homenaje a quienes se atrevieron a circunnavegar el planeta, un gesto que conecta directamente con la propia herencia del artista como hijo de marino, heredero de una sensibilidad forjada por los viajes y el viento.

En Asia, América y Europa, sus esculturas se han convertido en hitos urbanos y símbolos de identidad compartida. Y aunque su casa se amplió hasta abarcar el planeta, Serrán nunca dejó de pensar en Ceuta como raíz y punto de partida.

No es casualidad que sus obras se eleven en espacios públicos: su propósito es que el arte sea compartido. Que en Ceuta, Málaga, Nueva York, Londres, Roma o China, cualquiera pueda alzar la vista y encontrarse con una escultura que no exige ni entrada ni barrera. «Tu casa es el mundo, y empiezas a respetar y valorar ideas y culturas diferentes; eso te enriquece». Esa frase resume la experiencia de una vida: transformar el planeta en un taller abierto y en un hogar forjado en bronce.

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